-El problema del tiempo en la formación de la conciencia.-
2da lección del curso de "Filosofía de la cognición" liderado por Bruno E. Maduro.
jueves, 6 de diciembre de 2012
jueves, 29 de noviembre de 2012
Curso FILOSOFÍA DE LA COGNICIÓN - Lección 1
1era lección del curso "Filosofía de la cognición" liderado por Bruno E. Maduro.
martes, 27 de noviembre de 2012
PROMO Curso de filosofía de la cognición
Video promocional del curso de Filosofía de la cognición, estaremos iniciando desde el 29 de noviembre... NO TE LO PIERDAS!!!
jueves, 1 de noviembre de 2012
jueves, 25 de octubre de 2012
jueves, 18 de octubre de 2012
El Igualito...
Tomado de "LA CASA, Relatos"
*El siguiente video contiene el texto denominado "El igualito", de autoría y narración de Bruno Maduro.
*El siguiente video contiene el texto denominado "El igualito", de autoría y narración de Bruno Maduro.
jueves, 20 de septiembre de 2012
LAS PEQUEÑAS TIRANÍAS (SEGUNDA PARTE)
*El siguiente texto es la segunda parte del texto " Las pequeñas Tiranía", publicado el 13 de Septiembre de 2012 en Oikn , por Bruno Maduro Rodríaguez.
Tira cómica de Garfield |
¿Cómo hacemos para identificar esas tiranías
domésticas? ¿Cómo se expresa un pequeño tirano?
Un pequeño tirano no cree en la igualdad de las
personas. Define al hombre como un productor de intereses egoístas en plena
competencia con el otro, que es él; por eso alimenta permanentemente el
conflicto y lo hace considerándose siempre un ganador. Así, cree que cuando
llega el momento necesario puede constreñir al otro, ejerciendo la posibilidad
de su jerarquía para someter a los que pueda hacer sufrir. En una
macrohistoria, los pueblos han sufrido los totalitarismos hasta el cansancio;
en las pequeñas tiranías, al igual que las de tamaño general, el tirano desea someter
y castigar y sostenerse en “su” micropoder.
Un pequeño tirano posee un discurso, aunque a veces
simple, que justifica sus hechos sádicos frente al otro, al igual que los
totalitarismos de Estado que poseen ideologías y planes de lucha para
justificar las masacres, las torturas, los despojos, los saqueos, el
sometimiento; de igual forma los regímenes domésticos tienen ese tipo de
lenguaje sustentador, muchas veces poco elaborado racionalmente pero no menos
persuasivo y justificante, diseñado con la misma lógica de la dominación de los
discursos ideológicos de Estado. Los argumentos buscan la misma eficacia que en
las tiranías de estatales, tratan de buscar adhesiones de las personas a su
alrededor, crear dogmas en torno a su conducta oprobiosa. A través de la
seducción y la persuasión, tratan de evitar con sus argumentos la opinión
aplastante en su contra, y quizás evitan al máximo la crítica veraz.
Sus métodos de acción están basados en la violencia
doméstica que, no por ser doméstica, deja de ser macabra; ésta, al igual que la
violencia de los pueblos, se diferencia de aquellas en grados y no en
esencialidades. El pequeño tirano utiliza con prontitud la ofensa, la injuria,
el improperio para imponerse. Los instrumentos básicos de esta metodología de
la maldad son la fuerza y la coerción, el insulto, la humillación, los celos,
la injuria, la envidia crónica, la afrenta y, por supuesto, la venganza. Lejos
de manifestar una impulsividad controlada de sus deseos, su belicosidad
planificada se despliega hasta que consigue su finalidad: ocasionar daño y
sobre todo dolor al otro para sentir satisfacción.
Este tipo de personajes de la vida diaria por lo
regular poseen un código de honor, consecuencia del mundo artificial en el cual
vive y que los hace sentirse por encima del otro, por eso buscan la fama y la
vanagloria, el ejercicio del poder, así éste se dé en el ámbito doméstico o
local; los pequeños tiranos tratan de rasgar ya no la historia universal sino
la memoria micro-histórica de la red donde se mueven para dar lugar así a una
demostración de su capacidad de fuerza y publicitar el fundamento de una
constante competencia en la que transcurre
su vida cotidiana. A toda costa buscan el prestigio personal a través de
montajes, chantajes y hostilidades que los coloquen por encima de aquellas
personas que están o pueden quedar sometidas bajo su control ya sea funcional o
total.
Mientras el tirano político ve en la fuerza coercitiva
y totalitaria un arma para hacerse sentir bajo cualquier criterio, obligando a
la mayoría a proseguir sus caprichos, sus deseos, sus ideas (así sean precarias), el
pequeño tirano también intenta conseguir su objetivo principal que no es más
que el dolor ajeno de quien depende de él, ahí estas propiedades básicas de su
empresa de crueldad. Por eso utiliza la práctica de los suplicios domésticos e
incursiona frecuentemente con una nueva moda de maldad en el territorio que
afecta a aquella persona que necesita, ya sea coyuntural o permanentemente, de
sus funciones o servicios o quizá de su ayuda.
A estos pequeños monarcas del totalitarismo cotidiano
lo más frecuente es que no les interese el disenso dentro de su territorio y,
por eso, detestan el sano argumento, la sabia palabra, el discurso donde impere
el intercambio de ideas generosas. Así, rechazan el marco de la reciprocidad
pues afecta directamente sus caprichos,
su plan de violencias y castigos; cualquier idea que reproduzca estos géneros
de solidaridad efectiva es reprimida con prontitud.
El déspota doméstico no cree en la libertad que poseen
los otros como personas iguales y libres; esto para él es una ficción, un
argumento vacío de hechos prácticos; la única libertad que defiende y justifica
es la de él como persona o aquella que beneficie directa o indirectamente su
voluntad interesada y egoísta. Su obrar, entonces, busca con regularidad el
impedir que los otros ejerzan plenamente su libre querer y así, planea
resistencias, genera tropiezos y crea las dificultades necesarias que lo hagan
sentir dominante en una relación intersubjetiva. A toda costa implanta la ley
del sí mismo como único criterio de acción. Que Dios nos ayude a identificar a
estos déspotas y salir bien librados de ellos cuando desafortunadamente hayamos
caído en su imperio o en la tolda de sus garras.
Bienvenidos los héroes que logran
resistir estos productos frustrados del mal humano.
jueves, 13 de septiembre de 2012
LAS PEQUEÑAS TIRANÍAS
*El siguiente documento es la primera parte del texto "Las Pequeñas Tiranías" de la autoría de Bruno Maduro Rodríguez.
Thomas Hobbes, por allá en la década de los cuarenta
del siglo XVII dejó estupefacta la tradición moderna al instaurar la expresión,
por cierto muy literaria “la guerra de
todos contra todos”. Para el inglés esta situación describe el estado más
precario que puede sucederle al hombre, un estado en el que, literalmente, el
ser humano se halla inmerso en una completa inhumanidad, en la cual todos
exigen lo suyo como lo justo y en donde el concepto de justo depende de las
pasiones de cada cual; este estado de guerra, Hobbes lo denominó estado natural, o sea, estado de
conflicto permanente, de violencia y sadismo, de temor e ira en el que las
cosas humanas, empezando por el hombre mismo, no tienen valor. La tradición
social montada sobre este tipo de vida no es más que un hábito permanente del
conflicto, una forma precaria y constante de acostumbramiento a las bajas
pasiones, una actividad eminentemente bestial en la baja empresa de la
crueldad.
Una visión de conjunto social, una videncia casi
geométrica, indujo al inglés a prefigurar la ficción del estado natural como forma elemental de la sociedad humana. Si hemos
de creerle un poco, podemos afirmar con él, que una posibilidad del hombre para
superar ese estadio de conflictos es dándose al otro. No estoy de acuerdo con
Hobbes en que la solución sea que este dar consista en un voluntarismo que
justifique la tiranía y el oprobio del absolutismo de Estado; en últimas, creo
que el darse al otro puede llegar a significar ceder al otro lo que uno cree
que puede maniobrar con sadismo.
Pero no me interesa inmiscuirme en la tan trasegada
teoría política del inglés; me interesa referirme a algo bien claro que está
situado en su obra: el lobo humano, pero no ese lobo que reside en el Estado
ficticio de los iusnaturalistas, lugar que, entre otros casos, no existe ni
existió en la forma como la describieron los naturalistas en lugar alguno o en
algún momento histórico. Me interesa el lobo humano del ahora que sobresale en
las pequeñas cotidianidades de los comunes días de la sociedad civil actual en
la que vivimos, la que produce verdaderas historias. Esas microhistorias que,
reunidas todas, aplastarían la llamada historia universal y la harían ver como
un solo planeta en medio del universo. Me interesa referirme a las pequeñas
tiranías, las domésticas, las que no tienen corte real ni poseen Gobiernos
extensos, las que no estructuran su jerarquía en los mundos del poder del Estado;
las tiranías cotidianas, las familiares, las comerciales, las de las empresas,
las que puede ejercer cualquier persona, con algo de rango cuando, en el
momento en que se le presenta, realiza el control sobre las acciones o el
querer del otro o los otros y así se da el placer de hacerse sentir como un ser
totalitario.
Todo totalitarismo es hedonista, es decir, que el
totalitario se place en ejercer su acción perversa sobre la angustia de otro.
El hombre totalitario cree poseer el dominio completo, presente y futuro, del
lugar donde él actúa. El totalitarista vive embebido de su endiosamiento,
ejerciendo su voluntad a su antojo desproporcionado sobre el finito espacio de
la voluntad que somete. Cuando un totalitarista llega a la autoridad del estado
o a cualquier cargo de importancia, entonces practica en masa lo que ya había
venido ejerciendo en el pequeño universo donde antes se movía como individuo.
La vida cotidiana, la que usufructúa el tú,
el yo y el nosotros, está repleta de muchos de estos hombres que ponen a
funcionar su crueldad en el momento en que puedan hacerlo, en el momento en que
puedan adjetivar las condiciones con su nombre y su eficacia sádica. Estos
seres de la cotidianidad son tan malvados como Stalin o Hitler, la única
diferencia entre éstos y aquellos es de cantidad pues su sentir está lleno de
los mismos rencores que propulsaron a aquellos memorables asesinos de la
humanidad a conducir máquinas de barbarie.
jueves, 6 de septiembre de 2012
EL AGRADECIDO
*El siguiente texto es de autoría de Bruno Maduro Rodríguez .
De las historias
casi inverosímiles que trae el libro perdido de los indígenas Túpac en el
Amazonas meridional, se encuentra ésta anécdota que encontré ya casi arrugada
por el tiempo. El libro, como todos sabemos, es muy popular entre los monjes
agustinianos que decidieron llevarlo de la jungla oral al texto, la eternidad
de la escritura. Dos son las anécdotas que el viejo fraile Simón de Esmeral me
contó antes de internarse nuevamente en la selva y no volver más. Cuento la
historia sin muchos detalles, por eso llega a parecerse a la fábula de La
Fontaine.
Los indígenas Túpac cultivaban el maíz y habían domesticado el pavo del Amazonas. Una vez uno de los animales más temidos por estos avicultores precolombinos, el zorro chucho, que en Sevilla (Magdalena) simplemente le llamamos el chucho, se le presentó al pavo macho cuyas plumas de colores reemplazaban el arco iris en el ambiente de la selva tropical. En un diálogo entre animales, esa comunicación que no logran entender los hombres, el chucho propuso un pacto al pavo de cola real y extremada.
El pavo desde lo
alto de un pajar le dijo al chucho:
- No puedo llegar a ningún acuerdo contigo porque tú eres de otro material. Yo pertenezco al mundo de los que se comen y tú a la tribu de los
que comen. No puede haber entre
nosotros sino distancia.
El chucho volvió
a enfatizarle.
-¡Qué mentira ha
hecho el hombre con tus funciones psíquicas! Te han adiestrado para que me
odies cuando la naturaleza nos hizo pasivos e iguales. Mira, sólo hay una
verdad: tú y yo. Deja a un lado esos prejuicios humanos y date por
consiguiente, sigue tu propio precepto, tu propia ley de animal. ¡Aude sapere!
El pavo se sintió
dolido y esclavizado por los hombres y exclamó:
-¿ Qué me garantizas?
Y el chucho contestó:
- Mi amistad plena y segura como nunca en el universo y la historia ha sucedido entre dos géneros.
El pavo lo pensó y dijo:
-Acepto, pero dame muestras de tu sinceridad.
Así fue. El chucho llegó por varios días al pajar en donde estaba la manada de pavos amazónicos domesticados. La confianza se apoderó de esos dos grandes ejemplares de la finca salvaje. El pavo escondía al chucho cuando los cazadores indígenas querían atraparlo para matarlo. Lo metía en el gallinero para que arrastrara a sus rivales los gallos, lo sacaba para que los perros tuvieran miedo; esa alianza perpetua no tuvo igual.
Cuentan que un
día hubo una hambruna universal, tan grande que los indígenas tuvieron que
echar mano de su trabajo agropecuario. Los pumas y las panteras estaban
famélicos y pálidos. Cuando los cultivadores fueron a hacer el inventario de
pavos, sólo encontraron los nidos vacíos y el único rastro que había era el
excremento de las aves. No hubo muchos murmullos por parte de los tristes Túpacs.
La conclusión fue
certera: los pavos encontraron la forma de huir y de volverse libres y
renunciar al acto de la domesticación humana. Por un lado, la tristeza, pero
por otro, el sentimiento de libre albedrío en franca recuperación alentaba el
ánimo de los indios. No se habló más del asunto…
Pasados dos
meses, cuando la hambruna arreció, llegaron los comentarios al caserío Túpac:
Qué raro que
entre tanta hambre, un zorro chucho esté gordo y todas las tardes salga con
plumas de pavo real en su boca. Varios pastores lo han visto cruzar los caminos
y, por su amabilidad y comportamiento casi de perro pequeño y domado,todos en la aldea lo saludan y lo soban con gratitud.
Hoy los pastores que antes lo perseguían, le
llaman el agradecido, porque cuando se le da algo menea la cola. Los indios han
empezado a odiar a los pavos porque no son como el zorro ya que esos animales
en tiempos difíciles han abandonado la aldea. El chucho en estas
comarcas se está volviendo héroe y se habla de hacer un prototipo
escolar...entre los animales el chucho tiene fama y ahora hasta los pumas
le huyen cuando él tiene la palabra.. y cuando dos chuchos se miran, prefieren
quedarse callados para proteger la especie...
jueves, 30 de agosto de 2012
CONVIVIR PARA CONTARLA (Comprender al otro)
*El siguiente texto, es la segunda parte del ensayo literario "convivir para contarla", de autoría de Bruno Maduro Rodríguez.
2. COMPRENDER AL OTRO
The Tree Sphinxes of Bikini/ Salvador Dalí |
¿Nos entendemos entre sí? ¿Somos capaces de llegar a un acuerdo satisfactorio? El arte de comprender al otro es la base de la convivencia humana. Comprensión es, en primera instancia, ponerse de acuerdo, no sólo en el lenguaje sino en los gestos, los ademanes, la intención y, sobre todo, en el deseo de cada uno. El objetivo de un acuerdo es la puesta en marcha de puntos de vista que han sido desiguales. La vida natural de la convivencia humana necesita de este arte inverosímil pero muy vital. Alguien lanza una opinión, el otro está en el derecho de no aceptarla; pero, antes de remitir su juicio de negación, debe escuchar en su totalidad el argumento del hablante primitivo. Atender con oídos y corazón, es el primer y más sano derecho que tiene una persona que ha dado a conocer su punto de vista.
El primer ámbito del acuerdo debe ser un diálogo. En el diálogo no hay reglas concisas pero sí intuiciones textuales específicas como el esfuerzo de cada hablante para escuchar y dejarse persuadir por los argumentos del otro. En el diálogo no basta con escuchar; hay que estar dispuesto a cambiar de opinión, de postura, de juicios y prejuicios. El diálogo reedifica la conciencia. No se puede dialogar con posturas prefabricadas. Cuando esto se da, el diálogo se convierte en dos monólogos autónomos con oyentes pero sin dialogantes. Tenemos que estar dispuestos a variar nuestros planteamientos, a ceder ante el otro y construir, en el ámbito conversacional, una nueva dinámica: el espectáculo de la razón verbal, argumentos, preguntas, respuestas, objeciones y, sobre todo, aceptación de mi error. El otro viene a convertirse desde este territorio como un espejo de mis pensamientos y, más aún, un espejo que refleja mis desaciertos y, entre ellos, los que hacen daño al género.
La Doxa del otro se ha traducido como opinión, pero en el idioma original griego es, más o menos, esplendor, espectáculo, glorificación. Con este nombre se le da alabanza a Dios, entonces Doxa no es solamente simple punto de vista, Doxa es la espectacular opinión del otro. Cuando dos opiniones se encuentran en una conversación, dos personas altamente racionales deben tener en cuenta que este choque no es más que una estimulación recíproca en donde las dos ideas se han encontrado. La Doxa deja de ser un dogmático punto de vista y pasa a convertirse en un proceso de comprensión. La verdadera comprensión se puede definir entonces como una buena conversación en donde las opiniones pasan a ser ambas un espectáculo común.
En la conversación cada persona lleva en sí un mínimo de cada uno de los demás. La conversación es el punto principal para llegar a un acuerdo y el acuerdo el principio de convivencia con el otro. Todos queremos ser personas normales, pero la normalidad tiene un costo social, comprender es soportar la normalidad del otro (muchas veces su anormalidad). , su presencia, su intimidad que de alguna manera me hiere pero me da la idea de que esa carga es común. La conversación como canal disminuye ese yugo pero no lo elimina. Aprender a soportarnos comienza necesariamente por la primeras de las lecciones: saber hablar y antes de ese arte otro no menos difícil: saber escuchar: este eterno retorno es el que nos dice que estamos en el aprendizaje para ser hombres, o mejor para dejar de ser bestias, esas que basan su andar en la competencia por la supervivencia, usando la aniquilación del otro y repitiendo el mito del canibalismo cotidiano: aprender hablar es el comienzo para dejar de matarnos.
jueves, 23 de agosto de 2012
LA CASA
SELECCIÓN DE POEMAS 2008
*Los siguientes poemas fueron seleccionados del libro "LA CASA", publicado en el año 2008 por Bruno Maduro Rodríguez .
La inteligencia y la insolencia son hermanas.
La audacia y la astucia, primas.
El error y la falsedad, amigas.
El hambre y la necesidad, cómplices.
La necedad y la justicia, enemigas.
La vanidad y la mentira, sensuales y amorosos adjetivos de lo íntimo.
Pero es héroe o heroína quien se libre del placer de la lengua chismosa y
envidiosa que somete a todas las anteriores.
B. Maduro
La Maquina Para Crecer
Jesús, mi hermano, se deja llevar por la época.
hace un tiempo una muchacha le dijo que era de baja
estatura.
De nada contaron las montañas que ha escalado,
los senderos que ha abierto,
los bosques que ha atravesado,
las granjas que ha hecho fértiles,
los hombres malvados que ha vencido.
Mi madre lo notó preocupado.
Al día siguiente salió de su estupor y
venía con una alegría de catarata.
Abrió la caja y salió el mini-robot:
"Maquina para crecer. se le garantizan 20 cms en
seis meses"
Y comenzó la religión del cuerpo,
La disciplina diaria meticulosa.
Había que estirar el cuello amarrado a una viga del techo,
Los brazos en los marcos de las puertas,
Los pies en las patas de la cama.
A los siete meses, cuatro tejas casi lo matan,
Los muebles desarmados,
Todos durmiendo en el suelo
Y Jesús, ni un centímetro después del cabello.
Hay bromas, chistes y risas
pero yo, que apenas comienzo a ver el espíritu del hombre,
Ayer le dejé una frase que encontré en la biblioteca :
"Tranquilo mi hermano, que todos los humanos sólo
somos eso, seres demasiado pequeños".
Chocolate
Tengo una voz misteriosa
Una boca de invierno
Un alma con campana
y soledades. En mí la tierra
canta
y los besos
de los luceros me persiguen.
He visto
el campo muriendo
en horas profundas
Y cuando el desierto se asoma como un gran emperador
Proviene el milagro:
El invierno
en su viento y su nostalgia,
Trae
de nuevo la vida.
Vivo en una casa de mujeres alegres
Que pegan su desnudez a mi piel velluda:
El alboroto
es una ley implacable entre
ellas.
Yo estoy
enamorado de dos o tres
Y las amo con gran emoción,
He tenido hijos
con ellas, pero no los conozco.
Mi peor enemigo es un ser casi verde que vive entre cadenas.
Yo le muestro mi libertad
Y mi brío
Ya ha habido
diente y espuma
entre nosotros.
La sangre
me hierve cuando
lo veo.
Por lo demás, ando descalzo,
Desnudo, con mis bolas al aire,
Sin pensar en el tiempo.
No conozco el trabajo,
Ni la queja de los servicios públicos.Por ahí llegó una morena
Que se mueve como un cascabel.
No aguanto más,
Saltaré sobre ella,
No me importa el universo,
Soy propietario del amor
Y silencioso y delgado me espera él
Como una guitarra que introduce la canción.
P.D. Chocolate es un perro
jueves, 16 de agosto de 2012
CONVIVIR PARA CONTARLA (Dignidad)
*El siguiente texto es la primera parte del ensayo literario convivir para contarla, de autoria de Bruno Maduro Rodríguez .
1. DIGNIDAD
Metamorfosis de Kafka/ Miguel Corchero |
Los teóricos de la filosofía política y los abusadores de la teoría jurídica han desgastado esta palabra. Cuando alguien me habla de ella me acuerdo de El Proceso de Kafka: Su personaje, K., tratando de averiguar la causa de por qué lo tienen en un juicio, quién es su tribunal y por qué le debe tanto a un abogado inerme que supuestamente lo defiende pero que paradójicamente hace parte de ese oscuro sistema de poder. La dignidad humana vista desde el punto de vista Kafkiano, no es el concepto común que manejamos. Para el escritor, esta institución moderna está sometida a unas leyes diferentes a las promulgadas por la ciencias humanas y jurídicas; para él, la dignidad está sometida al abandono de la arbitrariedad, del laberinto sinuoso del poder moderno, a la escalera infinita y misteriosa que conforman las instituciones sociales de la cultura industrial sometidas bajo el concepto de empresa.
La dignidad no sólo se representa en Kafka como una acepción de tipo legal; el ojo del escritor está puesto no sólo en el estado, sino en la familia, la escuela, la empresa capitalista, el mercado común, la ciudad, la política y, por supuesto, en el individuo que ya moderno se auto aliena, enajenando su entendimiento.
Para delimitar este concepto, Kafka parte de un principio: el poder tiene una naturaleza de laberinto sin fin, de celdas confusas que tienen una entrada pero jamás una salida. Como institución laberíntica, atrapa a todos con una sujeción hipnótica, de tal manera que el subordinado no solo pierde el gramo de libertad y de derechos que posee sino también su capacidad de discernimiento, el entendimiento de lo que es o no adecuado, su llamado humano a deliberar como también su condición cognitiva de crear diferencias con sus posturas autónomas que lo identifican como un ser único. Para Kafka, la institución es un mecanismo que obedece a programaciones, a prefabricados sociales al cual el individuo debe únicamente adaptarse y someterse incluso, aun si bajo este sometimiento, le corresponde dar su propia vida.
La dignidad kafkiana es paradójica pero a la vez es el mejor retrato de la condición de la persona humana contemporánea pues no solo culpa al estado de derecho de esa naturaleza laberíntica del poder sino también a otras instituciones de la sociedad. La familia por ejemplo hace parte de este complot en contra de la verdadera humanidad del individuo moderno, pero no el modelo de familia cristiana sino el modelo tiránico, omnímodo y utilitarista que ha fabricado la empresa capitalista en nuestro techo. Cuando Gregorio Samsa, el personaje de la metamorfosis, cae en la cuenta de que es un inútil, se agobia y se deprime, sabe que dejara de ser valorado por su familia y sus amigos, sabe que ha perdido su condición ante la institución, ha sido degradado por la enfermedad a un estadio menor que la de un paria hindú. Asimismo, su familia ve en Gregorio ya no el hijo querido, el hermano admirado o el colaborador leal, empiezan a mirarlo como la peor carga que han tenido, lo peor que le ha podido pasar, la familia, antes beneficiada, ahora se transforma en la devoradora y segregadora por excelencia. Gregorio ya no es el joven que trae el sueldo de su oficina y lo vierte en beneficios de los miembros, el ahora es el estorbo y su condición y dignidad están siendo revaluadas. Por otra parte en la Carta al padre, vemos desde otra situación la misma condición kafkiana de la dignidad paradójica del moderno, un hijo que necesita decirle todas las injusticias que su padre comete con el, lo tiránico que es, lo malvado que somete a la familia, un hijo que no tiene voz pero si sentimiento y cuyo único canal para expresarse es su intimo pensamiento el cual nunca el padre va a conocer, la Carta es el sinónimo de una queja sin esperanza, de una dignidad sin garantía, de una pequeña dictadura.
La dignidad kafkiana se complementa en el ámbito domestico también en la empresa organizada únicamente para el dueño y empresario quien valora solo aquellos que le son útiles, la oficina moderna retrata esa situación, en la oficina al igual que en la familia se han invertido los valores de la condición humana, la oficina solo te solicita un área de tus capacidades, para que ella se rutinice y se vuelva productiva, la oficina como empresa te exige brutalización de los otras capacidades, entontecimiento de lo que no es productivo, la oficina te coarta la iniciativa hacia lo trascendental, lo emocional, lo intimo, lo bello, lo contemplativo, lo universal, lo histórico, lo memorable. La oficina significa para Kafka lo contrario a la dignidad.
Familia y oficina son ejemplo de lo inconsistente que es la modernidad, puede el hombre liberarse de ellas, o puede salir de ellas, ahí consiste lo trágico de la obra kafkiana, pero esta tragedia es mucho peor que la griega y la de Shakespeare, esta tragedia es real y el personaje somos todos los que de una u otra manera dependemos del mundo moderno, un mundo que se erige bajo un concepto mítico y paradójico, el concepto de dignidad.
miércoles, 15 de agosto de 2012
LA COGNICIÓN EN LOS GRIEGOS
La Tarea del Pensar
Por : Bruno Maduro Rodríguez
* El siguiente texto, corresponde a la lección número uno de la primera parte del libro "Filosofía De La Cognición", publicado en el año 2010, por Bruno Maduro Rodríguez.
* El siguiente texto, corresponde a la lección número uno de la primera parte del libro "Filosofía De La Cognición", publicado en el año 2010, por Bruno Maduro Rodríguez.
Empecemos con una afirmación contundente: fueron los griegos de la
antigüedad los que inauguraron en el mundo occidental la tarea del pensar. Más
allá de Homero, de los micénicos o minoicos, no se encuentran datos creíbles,
por lo menos con fiabilidad histórica, que nos detallen con profusa y
convincente muestra los estados culturales del pensar. Podemos afirmar entonces
que del mundo occidental Homero es el Adán del pensamiento como tal, no porque se
haya convertido en el estandarte del mundo griego sino porque su imperio del
habla retoca los prismas del ideal de un autor clásico: filósofo, historiador,
narrador épico, jurista, hoy diríamos psicólogo o también sociólogo,
esteticista lírico y, sobre todo, poeta; de los mejores, el mejor: con ello el
prototipo[1]
de poeta, ciego y errabundo, sabio y sin ánimo de poder o dominio que va por
los caminos de los pueblos desbaratando el sentido común de los hombres e
instaurando una nueva concepción ante la vida del transcurrir humano iniciando
así la ardiente tarea del pensar[2].
Homero, como griego, es el fundador y, como tal, legislador de cómo se lleva a
cabo esta obra del entendimiento en la mente. Si a los hebreos le debemos el
conocimiento de Dios y la
Salvación humana a través de Cristo, a los griegos le debemos
el arte de narrar, de conquistar la atención humana con la historia de los
hombres y sus dioses, el de averiguar lo sucedido sin importar que en esa
indagación caiga lo irreal, la fantasía como parte del hecho firme y fehaciente
del arte de decir las cosas (la verdad homérica no es total pero así como se
presenta es el inicio y, como inicio, es nuestra base).
A los griegos le debemos el arte de preguntarle a las cosas, que no tienen
cómo responder de por sí, la facilidad para interponerse en el abrasador y la
oprimente opinión común; le debemos también el arte de plantear la reflexión
como el lenguaje básico para enfrentar el mundo que está ahí delante, frente a
mí. Y van más allá nuestras deudas mencionadas como mínimas en la arquitectura
de la inteligencia. A los griegos le debemos la indagación metódica de la
realidad y, como tal, la ciencia occidental, la deducción como arte de la
lógica, la inducción como hábito del pensador, la axiomática, los modelos
matemáticos, la observación detallada y científica, el arte de la política como
asunto de los hombres y no de los dioses, la intuición y el concepto de
universo y de universalidad, la idea de ley en la naturaleza y en el
pensamiento, el cuestionamiento de los hechos como se nos presentan, la idea de
que la teoría no es una dificultad sino el mejor de los placeres que puede
usufructuar el hedonismo individual. A los griegos le debemos el espíritu
occidental y mucho más.
Le faltaron a los griegos dos cosas por las cuales el mundo moderno hubiera
sido innecesario: el experimento y la ciencia como esa empresa que busca unos
resultados esperados. Estos dos conceptos son los verdaderos aportes de la
sociedad europea del Renacimiento y la Ilustración al mundo del pensar. Lo demás es
griego.
La idea de tener un objetivo definido, una meta con sistemas de
organización[3],
el arte de trabajar postergando y acrecentando el grado de dificultad, o quizá
dejar a un lado lo urgente que domina la vida. Pero dedicarse a la optimización
del pensamiento, eso es griego. También la regularidad de pensamiento y acción,
la comulgación de acto y palabra, de funcionamiento inteligible para evitar
daño, la educación del hábito hacia lo general para con ello conseguir el sostenimiento
en un mundo que se le presenta al hombre como hostil y contradictor. En Grecia
se inaugura ese arte que es el hombre que intelige, que nunca podría estar
tranquilo con el cúmulo de sensaciones y la acumulación de datos sensoriales.
Para el griego clásico, conocer implica realizar una labor tortuosa, llena de
obstáculos de donde lo que se busca no se muestra fácil; el camino natural de
las cosas aparentemente dúctil, en el pensar griego se torna en lo inaccesible
y sin más herramientas para penetrarlo que el mismo entendimiento.
La búsqueda y lo buscado se juntan en el acto del pensar griego[4].
El saber no es algo que viene dado, sino algo que hay que diseñar y, en este
diseño, el camino es un adentrarse sin reservas, un arriesgarse, donde el
emprender la búsqueda en forma de aventura es el primer compromiso del
pensador, la tarea primaria que lleva en últimas a preguntar por los principios
a fin de ser conducido a los objetos más conocible, abriéndose paso a través
de, dando codazos para pasar entre las tesis presentes que no son confiables y
buscar sólidas respuestas que generen en si mismas otras preguntas que abran
paso al espíritu, este es el abre boca del intelegir occidental: una verdadera
investigación como se concibe en el pensar griego, es un reto hacia lo oscuro
donde el averiguar va a ciegas llevando como herramientas de trabajo el arte de
preguntar, la voluntad de aprender y, sobre todo, la intención de conocer la
verdad[5].
[1] Reyes, Alfonso. La crítica en la edad ateniense. Obras completas, Tomo XIII. FCE, México
D.C. 1963, pág. 187 y ss. Ver también Mitología Griega.
[2] Jaeger, Werner.
La teología de los primeros filósofos griegos. FCE, México, 1951.
[3] Nestlé, Wilhem.
Historia del espíritu griego. Ariel Filosofía. Pág. 17 a 19. Barcelona, 1987.
[4] Mondolfo,
Rodolfo. Naturaleza y cultura en los orígenes de la filosofía. Buenos Aires,
1964.
[5] Aristóteles,
Metafísica, libro VII. Ed. Gredos, edición multilingüe de Valentín García
Yebra. 2ª edición revisada, Madrid, 1987. Pág. 322 en adelante.
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