La Tarea del Pensar
Por : Bruno Maduro Rodríguez
* El siguiente texto, corresponde a la lección número uno de la primera parte del libro "Filosofía De La Cognición", publicado en el año 2010, por Bruno Maduro Rodríguez.
* El siguiente texto, corresponde a la lección número uno de la primera parte del libro "Filosofía De La Cognición", publicado en el año 2010, por Bruno Maduro Rodríguez.
Empecemos con una afirmación contundente: fueron los griegos de la
antigüedad los que inauguraron en el mundo occidental la tarea del pensar. Más
allá de Homero, de los micénicos o minoicos, no se encuentran datos creíbles,
por lo menos con fiabilidad histórica, que nos detallen con profusa y
convincente muestra los estados culturales del pensar. Podemos afirmar entonces
que del mundo occidental Homero es el Adán del pensamiento como tal, no porque se
haya convertido en el estandarte del mundo griego sino porque su imperio del
habla retoca los prismas del ideal de un autor clásico: filósofo, historiador,
narrador épico, jurista, hoy diríamos psicólogo o también sociólogo,
esteticista lírico y, sobre todo, poeta; de los mejores, el mejor: con ello el
prototipo[1]
de poeta, ciego y errabundo, sabio y sin ánimo de poder o dominio que va por
los caminos de los pueblos desbaratando el sentido común de los hombres e
instaurando una nueva concepción ante la vida del transcurrir humano iniciando
así la ardiente tarea del pensar[2].
Homero, como griego, es el fundador y, como tal, legislador de cómo se lleva a
cabo esta obra del entendimiento en la mente. Si a los hebreos le debemos el
conocimiento de Dios y la
Salvación humana a través de Cristo, a los griegos le debemos
el arte de narrar, de conquistar la atención humana con la historia de los
hombres y sus dioses, el de averiguar lo sucedido sin importar que en esa
indagación caiga lo irreal, la fantasía como parte del hecho firme y fehaciente
del arte de decir las cosas (la verdad homérica no es total pero así como se
presenta es el inicio y, como inicio, es nuestra base).
A los griegos le debemos el arte de preguntarle a las cosas, que no tienen
cómo responder de por sí, la facilidad para interponerse en el abrasador y la
oprimente opinión común; le debemos también el arte de plantear la reflexión
como el lenguaje básico para enfrentar el mundo que está ahí delante, frente a
mí. Y van más allá nuestras deudas mencionadas como mínimas en la arquitectura
de la inteligencia. A los griegos le debemos la indagación metódica de la
realidad y, como tal, la ciencia occidental, la deducción como arte de la
lógica, la inducción como hábito del pensador, la axiomática, los modelos
matemáticos, la observación detallada y científica, el arte de la política como
asunto de los hombres y no de los dioses, la intuición y el concepto de
universo y de universalidad, la idea de ley en la naturaleza y en el
pensamiento, el cuestionamiento de los hechos como se nos presentan, la idea de
que la teoría no es una dificultad sino el mejor de los placeres que puede
usufructuar el hedonismo individual. A los griegos le debemos el espíritu
occidental y mucho más.
Le faltaron a los griegos dos cosas por las cuales el mundo moderno hubiera
sido innecesario: el experimento y la ciencia como esa empresa que busca unos
resultados esperados. Estos dos conceptos son los verdaderos aportes de la
sociedad europea del Renacimiento y la Ilustración al mundo del pensar. Lo demás es
griego.
La idea de tener un objetivo definido, una meta con sistemas de
organización[3],
el arte de trabajar postergando y acrecentando el grado de dificultad, o quizá
dejar a un lado lo urgente que domina la vida. Pero dedicarse a la optimización
del pensamiento, eso es griego. También la regularidad de pensamiento y acción,
la comulgación de acto y palabra, de funcionamiento inteligible para evitar
daño, la educación del hábito hacia lo general para con ello conseguir el sostenimiento
en un mundo que se le presenta al hombre como hostil y contradictor. En Grecia
se inaugura ese arte que es el hombre que intelige, que nunca podría estar
tranquilo con el cúmulo de sensaciones y la acumulación de datos sensoriales.
Para el griego clásico, conocer implica realizar una labor tortuosa, llena de
obstáculos de donde lo que se busca no se muestra fácil; el camino natural de
las cosas aparentemente dúctil, en el pensar griego se torna en lo inaccesible
y sin más herramientas para penetrarlo que el mismo entendimiento.
La búsqueda y lo buscado se juntan en el acto del pensar griego[4].
El saber no es algo que viene dado, sino algo que hay que diseñar y, en este
diseño, el camino es un adentrarse sin reservas, un arriesgarse, donde el
emprender la búsqueda en forma de aventura es el primer compromiso del
pensador, la tarea primaria que lleva en últimas a preguntar por los principios
a fin de ser conducido a los objetos más conocible, abriéndose paso a través
de, dando codazos para pasar entre las tesis presentes que no son confiables y
buscar sólidas respuestas que generen en si mismas otras preguntas que abran
paso al espíritu, este es el abre boca del intelegir occidental: una verdadera
investigación como se concibe en el pensar griego, es un reto hacia lo oscuro
donde el averiguar va a ciegas llevando como herramientas de trabajo el arte de
preguntar, la voluntad de aprender y, sobre todo, la intención de conocer la
verdad[5].
[1] Reyes, Alfonso. La crítica en la edad ateniense. Obras completas, Tomo XIII. FCE, México
D.C. 1963, pág. 187 y ss. Ver también Mitología Griega.
[2] Jaeger, Werner.
La teología de los primeros filósofos griegos. FCE, México, 1951.
[3] Nestlé, Wilhem.
Historia del espíritu griego. Ariel Filosofía. Pág. 17 a 19. Barcelona, 1987.
[4] Mondolfo,
Rodolfo. Naturaleza y cultura en los orígenes de la filosofía. Buenos Aires,
1964.
[5] Aristóteles,
Metafísica, libro VII. Ed. Gredos, edición multilingüe de Valentín García
Yebra. 2ª edición revisada, Madrid, 1987. Pág. 322 en adelante.
Hermano Te felicito!! Que bueno ver el fruto de tu trabajo!! Resumido en este Blog! Dios del cielo te llene de Bendiciones y te dedico este salmo!
ResponderEliminarPD: Empieza a Venderlo por la nube
Salmos 1:1-6
1 Feliz es el hombre que no ha andado en el consejo de los inicuos,
y en el camino de los pecadores no se ha parado,
y en el asiento de los burladores no se ha sentado.
2 Antes bien, su deleite está en la ley de Jehová,
y día y noche lee en su ley en voz baja.
3 Y ciertamente llegará a ser como un árbol plantado al lado de corrientes de agua,
que da su propio fruto en su estación
y cuyo follaje no se marchita,
y todo lo que haga tendrá éxito.
6 Porque Jehová va conociendo el camino de los justos,
pero el mismísimo camino de los inicuos perecerá.