jueves, 30 de agosto de 2012

CONVIVIR PARA CONTARLA (Comprender al otro)


*El siguiente texto, es la segunda parte del ensayo literario "convivir para contarla", de autoría de Bruno Maduro Rodríguez.




 2. COMPRENDER AL OTRO



The Tree Sphinxes of Bikini/ Salvador Dalí

¿Nos entendemos entre sí? ¿Somos capaces de llegar a un acuerdo satisfactorio? El arte de comprender al otro es la base de la convivencia humana. Comprensión es, en primera instancia, ponerse de acuerdo, no sólo en el lenguaje sino en los gestos, los ademanes, la intención y, sobre todo, en el deseo de cada uno. El objetivo de un acuerdo es la puesta en marcha de puntos de vista que han sido desiguales. La vida natural de la convivencia humana necesita de este arte inverosímil pero muy vital. Alguien lanza una opinión, el otro está en el derecho de no aceptarla; pero, antes de remitir su juicio de negación, debe escuchar en su totalidad el argumento del hablante primitivo. Atender con oídos y corazón, es el primer y más sano derecho que tiene una persona que ha dado a conocer su punto de vista.


El primer ámbito del acuerdo debe ser un diálogo. En el diálogo no hay reglas concisas pero sí intuiciones textuales específicas como el esfuerzo de cada hablante para escuchar y dejarse persuadir por los argumentos del otro. En el diálogo no basta con escuchar; hay que estar dispuesto a cambiar de opinión, de postura, de juicios y prejuicios. El diálogo reedifica la conciencia. No se puede dialogar con posturas prefabricadas. Cuando esto se da, el diálogo se convierte en dos monólogos autónomos con oyentes pero sin dialogantes. Tenemos que estar dispuestos a variar nuestros planteamientos, a ceder ante el otro y construir, en el ámbito conversacional, una nueva dinámica: el espectáculo de la razón verbal, argumentos, preguntas, respuestas, objeciones y, sobre todo, aceptación de mi error. El otro viene a convertirse desde este territorio como un espejo de mis pensamientos y, más aún, un espejo que refleja mis desaciertos y, entre ellos, los que hacen daño al género.


 La Doxa del otro se ha traducido como opinión, pero en el idioma original griego es, más o menos, esplendor, espectáculo, glorificación. Con este nombre se le da alabanza a Dios, entonces Doxa no es solamente simple punto de vista, Doxa es la espectacular opinión del otro. Cuando dos opiniones se encuentran en una conversación, dos personas altamente racionales deben tener en cuenta que este choque no es más que una estimulación recíproca en donde las dos ideas se han encontrado. La Doxa deja de ser un dogmático punto de vista y pasa a convertirse en un proceso de comprensión. La verdadera comprensión se puede definir entonces como una buena conversación en donde las opiniones pasan a ser ambas un espectáculo común.


En la conversación cada persona lleva en sí un mínimo de cada uno de los demás. La conversación es el punto principal para llegar a un acuerdo y el acuerdo el principio de convivencia con el otro. Todos queremos ser personas normales, pero la normalidad tiene un costo social, comprender es soportar la normalidad del otro (muchas veces su anormalidad). , su presencia, su intimidad que de alguna manera me hiere pero me da la idea de que esa carga es común. La conversación como canal disminuye ese yugo pero no lo elimina. Aprender a soportarnos comienza necesariamente por la primeras de las lecciones: saber hablar y antes de ese arte otro no menos difícil: saber escuchar: este eterno retorno es el que nos dice que estamos en el aprendizaje para ser hombres, o mejor para dejar de ser bestias, esas que basan su andar en la competencia por la supervivencia, usando la aniquilación del otro y repitiendo el mito del canibalismo cotidiano: aprender hablar es el comienzo para dejar de matarnos.

jueves, 23 de agosto de 2012

LA CASA

SELECCIÓN DE POEMAS 2008

*Los siguientes poemas  fueron seleccionados del libro "LA CASA", publicado en el año 2008  por  Bruno Maduro Rodríguez .



La inteligencia y la insolencia son hermanas.
La audacia y la astucia, primas.
El error y la falsedad, amigas.
El hambre y la necesidad, cómplices.
La necedad y la justicia, enemigas.
La vanidad y la mentira, sensuales y amorosos adjetivos de lo íntimo.
Pero es héroe o heroína quien se libre del placer de la lengua chismosa y envidiosa que somete a todas las anteriores.
B. Maduro



La Maquina Para Crecer


Jesús, mi hermano, se deja llevar por la época.
hace un tiempo una muchacha le dijo que era de baja
estatura.

De nada contaron las montañas que ha escalado,
los senderos que ha abierto,
los bosques que ha atravesado,
las granjas que ha hecho  fértiles,
los hombres malvados que ha vencido.

Mi madre lo notó preocupado.
Al día siguiente salió de su estupor y 
venía con una alegría de catarata.
Abrió la caja y salió el mini-robot:
"Maquina para crecer. se le garantizan 20 cms en
seis meses"

Y comenzó la religión del cuerpo,
La disciplina diaria meticulosa.
Había que estirar el cuello amarrado a una viga del techo,
Los brazos en  los marcos de las puertas,
Los pies en las patas de la cama.

A los siete meses, cuatro tejas casi lo matan,
Los muebles desarmados,
Todos durmiendo en el suelo
Y Jesús, ni un centímetro  después del cabello.

Hay bromas, chistes y risas
pero yo, que apenas comienzo a ver el espíritu del hombre,
Ayer le dejé una frase que encontré en la biblioteca :
"Tranquilo mi hermano, que todos los humanos sólo 
somos eso, seres demasiado pequeños".


Chocolate


Tengo una voz misteriosa
Una boca de invierno
Un alma con campana y soledades. En la tierra canta
y los besos de los luceros me persiguen.

He visto el campo muriendo en horas profundas
Y cuando el desierto se asoma como un gran emperador
Proviene el milagro:
El invierno en su viento y su nostalgia, Trae de nuevo la vida.

Vivo en una casa de mujeres alegres
Que pegan su desnudez a mi piel velluda:
El alboroto es una ley implacable entre ellas. 
Yo estoy enamorado de dos o tres
Y las amo con gran emoción,
He tenido hijos con ellas, pero no los conozco.


Mi peor enemigo es un ser casi verde que vive entre cadenas.
Yo le muestro mi libertad
Y mi brío
Ya ha habido diente y espuma entre nosotros.
 La sangre me hierve cuando lo veo.


Por lo demás, ando descalzo, 
Desnudo, con mis bolas al aire,
 Sin pensar en el tiempo.
No conozco el trabajo,
Ni la queja de los servicios públicos.

Por ahí llegó una morena
Que se mueve como un cascabel.
No aguanto más,
Saltaré sobre ella,
No me importa el universo,
Soy propietario del amor
Y silencioso y delgado me espera él
Como una guitarra que introduce la canción.


P.D. Chocolate es un perro



jueves, 16 de agosto de 2012

CONVIVIR PARA CONTARLA (Dignidad)




*El siguiente texto es la primera parte del ensayo literario convivir para contarla, de autoria de Bruno Maduro Rodríguez .



1. DIGNIDAD


Metamorfosis de Kafka/ Miguel Corchero



Los teóricos de la filosofía política y los abusadores de la teoría jurídica han desgastado esta palabra. Cuando alguien me habla de ella me acuerdo de El Proceso de Kafka: Su personaje, K., tratando de averiguar la causa de por qué lo tienen en un juicio, quién es su tribunal y por qué le debe tanto a un abogado inerme que supuestamente lo defiende pero que paradójicamente hace parte de ese oscuro sistema de poder. La dignidad humana vista desde el punto de vista Kafkiano, no es el concepto común que manejamos. Para el escritor, esta institución moderna está sometida a unas leyes diferentes a las promulgadas por la ciencias humanas y jurídicas; para él, la dignidad está sometida al abandono de la arbitrariedad, del laberinto sinuoso del poder moderno, a la escalera infinita y misteriosa que conforman las instituciones sociales de la cultura industrial sometidas bajo el concepto de empresa.



La dignidad no sólo se representa en Kafka como una acepción de tipo legal; el ojo del escritor está puesto no sólo en el estado, sino en la familia, la escuela, la empresa capitalista, el mercado común, la ciudad, la política y, por supuesto, en el individuo que ya moderno se auto aliena, enajenando su entendimiento.



Para delimitar este concepto, Kafka parte de un principio: el poder tiene una naturaleza de laberinto sin fin, de celdas confusas que tienen una entrada pero jamás una salida. Como institución laberíntica, atrapa a todos con una sujeción hipnótica, de tal manera que el subordinado no solo pierde el gramo de libertad y de derechos que posee sino también su capacidad de discernimiento, el entendimiento de lo que es o no adecuado, su llamado humano a deliberar como también su condición cognitiva de crear diferencias con sus posturas autónomas que lo identifican como un ser único. Para Kafka, la institución es un mecanismo que obedece a programaciones, a prefabricados sociales al cual el individuo debe únicamente adaptarse y someterse incluso, aun si bajo este sometimiento, le corresponde dar su propia vida.




La dignidad kafkiana es paradójica pero a la vez es el mejor retrato de la condición de la persona humana contemporánea pues no solo culpa al estado de derecho de esa naturaleza laberíntica del poder sino también a otras instituciones de la sociedad. La familia por ejemplo hace parte de este complot en contra de la verdadera humanidad del individuo moderno, pero no el modelo de familia cristiana sino el modelo tiránico, omnímodo y utilitarista que ha fabricado la empresa capitalista en nuestro techo. Cuando Gregorio Samsa, el personaje de la metamorfosis, cae en la cuenta de que es un inútil, se agobia y se deprime, sabe que dejara de ser valorado por su familia y sus amigos, sabe que ha perdido su condición ante la institución, ha sido degradado por la enfermedad a un estadio menor que la de un paria hindú. Asimismo, su familia ve en Gregorio ya no el hijo querido, el hermano admirado o el colaborador leal, empiezan a mirarlo como la peor carga que han tenido, lo peor que le ha podido pasar, la familia, antes beneficiada, ahora se transforma en la devoradora y segregadora por excelencia. Gregorio ya no es el joven que trae el sueldo de su oficina y lo vierte en beneficios de los miembros, el ahora es el estorbo y su condición y dignidad están siendo revaluadas. Por otra parte en la Carta al padre, vemos desde otra situación la misma condición kafkiana de la dignidad paradójica del moderno, un hijo que necesita decirle todas las injusticias que su padre comete con el, lo tiránico que es, lo malvado que somete a la familia, un hijo que no tiene voz pero si sentimiento y cuyo único canal para expresarse es su intimo pensamiento el cual nunca el padre va a conocer, la Carta es el sinónimo de una queja sin esperanza, de una dignidad sin garantía, de una pequeña dictadura.




La dignidad kafkiana se complementa en el ámbito domestico también en la empresa organizada únicamente para el dueño y empresario quien valora solo aquellos que le son útiles, la oficina moderna retrata esa situación, en la oficina al igual que en la familia se han invertido los valores de la condición humana, la oficina solo te solicita un área de tus capacidades, para que ella se rutinice y se vuelva productiva, la oficina como empresa te exige brutalización de los otras capacidades, entontecimiento de lo que no es productivo, la oficina te coarta la iniciativa hacia lo trascendental, lo emocional, lo intimo, lo bello, lo contemplativo, lo universal, lo histórico, lo memorable. La oficina significa para Kafka lo contrario a la dignidad.



Familia y oficina son ejemplo de lo inconsistente que es la modernidad, puede el hombre liberarse de ellas, o puede salir de ellas, ahí consiste lo trágico de la obra kafkiana, pero esta tragedia es mucho peor que la griega y la de Shakespeare, esta tragedia es real y el personaje somos todos los que de una u otra manera dependemos del mundo moderno, un mundo que se erige bajo un concepto mítico y paradójico, el concepto de dignidad.






miércoles, 15 de agosto de 2012

LA COGNICIÓN EN LOS GRIEGOS

La Tarea del Pensar

Por : Bruno Maduro Rodríguez

* El siguiente texto, corresponde a la lección número uno de la primera parte del libro "Filosofía De La Cognición", publicado en el año 2010, por Bruno Maduro Rodríguez.

Empecemos con una afirmación contundente: fueron los griegos de la antigüedad los que inauguraron en el mundo occidental la tarea del pensar. Más allá de Homero, de los micénicos o minoicos, no se encuentran datos creíbles, por lo menos con fiabilidad histórica, que nos detallen con profusa y convincente muestra los estados culturales del pensar. Podemos afirmar entonces que del mundo occidental Homero es el Adán del pensamiento como tal, no porque se haya convertido en el estandarte del mundo griego sino porque su imperio del habla retoca los prismas del ideal de un autor clásico: filósofo, historiador, narrador épico, jurista, hoy diríamos psicólogo o también sociólogo, esteticista lírico y, sobre todo, poeta; de los mejores, el mejor: con ello el prototipo[1] de poeta, ciego y errabundo, sabio y sin ánimo de poder o dominio que va por los caminos de los pueblos desbaratando el sentido común de los hombres e instaurando una nueva concepción ante la vida del transcurrir humano iniciando así la ardiente tarea del pensar[2]. Homero, como griego, es el fundador y, como tal, legislador de cómo se lleva a cabo esta obra del entendimiento en la mente. Si a los hebreos le debemos el conocimiento de Dios y la Salvación humana a través de Cristo, a los griegos le debemos el arte de narrar, de conquistar la atención humana con la historia de los hombres y sus dioses, el de averiguar lo sucedido sin importar que en esa indagación caiga lo irreal, la fantasía como parte del hecho firme y fehaciente del arte de decir las cosas (la verdad homérica no es total pero así como se presenta es el inicio y, como inicio, es nuestra base).

A los griegos le debemos el arte de preguntarle a las cosas, que no tienen cómo responder de por sí, la facilidad para interponerse en el abrasador y la oprimente opinión común; le debemos también el arte de plantear la reflexión como el lenguaje básico para enfrentar el mundo que está ahí delante, frente a mí. Y van más allá nuestras deudas mencionadas como mínimas en la arquitectura de la inteligencia. A los griegos le debemos la indagación metódica de la realidad y, como tal, la ciencia occidental, la deducción como arte de la lógica, la inducción como hábito del pensador, la axiomática, los modelos matemáticos, la observación detallada y científica, el arte de la política como asunto de los hombres y no de los dioses, la intuición y el concepto de universo y de universalidad, la idea de ley en la naturaleza y en el pensamiento, el cuestionamiento de los hechos como se nos presentan, la idea de que la teoría no es una dificultad sino el mejor de los placeres que puede usufructuar el hedonismo individual. A los griegos le debemos el espíritu occidental y mucho más.

Le faltaron a los griegos dos cosas por las cuales el mundo moderno hubiera sido innecesario: el experimento y la ciencia como esa empresa que busca unos resultados esperados. Estos dos conceptos son los verdaderos aportes de la sociedad europea del Renacimiento y la Ilustración al mundo del pensar. Lo demás es griego.

La idea de tener un objetivo definido, una meta con sistemas de organización[3], el arte de trabajar postergando y acrecentando el grado de dificultad, o quizá dejar a un lado lo urgente que domina la vida. Pero dedicarse a la optimización del pensamiento, eso es griego. También la regularidad de pensamiento y acción, la comulgación de acto y palabra, de funcionamiento inteligible para evitar daño, la educación del hábito hacia lo general para con ello conseguir el sostenimiento en un mundo que se le presenta al hombre como hostil y contradictor. En Grecia se inaugura ese arte que es el hombre que intelige, que nunca podría estar tranquilo con el cúmulo de sensaciones y la acumulación de datos sensoriales. Para el griego clásico, conocer implica realizar una labor tortuosa, llena de obstáculos de donde lo que se busca no se muestra fácil; el camino natural de las cosas aparentemente dúctil, en el pensar griego se torna en lo inaccesible y sin más herramientas para penetrarlo que el mismo entendimiento.

La búsqueda y lo buscado se juntan en el acto del pensar griego[4]. El saber no es algo que viene dado, sino algo que hay que diseñar y, en este diseño, el camino es un adentrarse sin reservas, un arriesgarse, donde el emprender la búsqueda en forma de aventura es el primer compromiso del pensador, la tarea primaria que lleva en últimas a preguntar por los principios a fin de ser conducido a los objetos más conocible, abriéndose paso a través de, dando codazos para pasar entre las tesis presentes que no son confiables y buscar sólidas respuestas que generen en si mismas otras preguntas que abran paso al espíritu, este es el abre boca del intelegir occidental: una verdadera investigación como se concibe en el pensar griego, es un reto hacia lo oscuro donde el averiguar va a ciegas llevando como herramientas de trabajo el arte de preguntar, la voluntad de aprender y, sobre todo, la intención de conocer la verdad[5].






[1] Reyes, Alfonso. La crítica en la edad ateniense. Obras completas, Tomo XIII. FCE, México D.C. 1963, pág. 187 y ss. Ver también Mitología Griega.

[2] Jaeger, Werner. La teología de los primeros filósofos griegos. FCE, México, 1951.

[3] Nestlé, Wilhem. Historia del espíritu griego. Ariel Filosofía. Pág. 17 a 19. Barcelona, 1987.

[4] Mondolfo, Rodolfo. Naturaleza y cultura en los orígenes de la filosofía. Buenos Aires, 1964.

[5] Aristóteles, Metafísica, libro VII. Ed. Gredos, edición multilingüe de Valentín García Yebra. 2ª edición revisada, Madrid, 1987. Pág. 322 en adelante.